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Mujeres, jóvenes y tabaco

Mujeres, jóvenes y tabaco

Artículo de Gemma Altell publicado en lasdrogas.info.

Según la última Encuesta sobre Uso de Drogas en Estudiantes de Enseñanzas Secundarias (ESTUDES, 2014-2015) el 33,2% de las chicas de entre 14 y 18 años consume tabaco frente al 29,6% de los chicos. Por otro lado, según el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo  “La mortalidad asociada al consumo de tabaco en mujeres ha pasado del 8,14% en 1998 al 24,45% en 2012”.

A partir de estos dos datos y  algunas reflexiones al respecto -con nula perspectiva de género- encontramos titulares del tipo Tabaquismo: del hombre duro a la mujer joven que buscan audiencia apelando, una vez más, al señalamiento de las mujeres. Habrá que introducir una  mirada de género para leer correctamente unos datos que, si bien están desagregados por sexo, pueden ser interpretados erróneamente creando el tradicional efecto culpabilizador hacia las mujeres. Efecto que se suele producir cuando hablamos de mujeres y drogas.

Los datos, en sí mismos, tampoco son nunca neutros y la explicación de los mismos siempre dependerá de quien, como y con qué objetivo la hacemos. En este caso parecería bastante sorprendente como, en un momento en el que las leyes y las prácticas en cuanto al consumo de tabaco en general han dado un giro importante y el humo del tabaco ha quedado fuera de la mayoría de reuniones sociales (sobretodo adultas), que las mujeres sigamos insistiendo en fumar y que empecemos a fumar más temprano de forma experimental y habitual en mayor proporción que los hombres. Sin embargo con una mirada más afinada observamos que los hombres siguen presentando datos más altos de consumo en todas las drogas ilegales y sólo en el caso del cannabis las cifras se están aproximando en ambos sexos.

Un primer argumento a tener en cuenta es que las mujeres – fruto de la penalización social a la que son sometidas por cualquier consumo de drogas (mucho más que los hombres por la transgresión que significa sobre el rol tradicional de género femenino)- suelen consumir más drogas legales que ilegales tal como muestran habitualmente los datos. Les representa tener una mayor aceptación social, por ese motivo “elegimos” las drogas legales. Por este motivo no deja de ser curioso que la noticia sea la “feminización” del consumo de tabaco. Una vez más nos encontramos ante una lectura androcéntrica de la situación: el consumo masculino del resto de drogas es tomado como la “normalidad” y la “feminización”  en el consumo de tabaco es la excepción a la regla social.

Por otro lado, en los últimos años, el tabaco ha sido sometido a una campaña de desprestigio que ha ido acompañada de una ley que ha contribuido a esta reducción en el “glamour” del tabaco. Las actuaciones han tenido una efectividad importante que ha reducido drásticamente las cifras de tabaquismo. Pero no podemos olvidar cual ha sido el “modelo de éxito” que se ha vendido durante décadas (publicidad, cine, música, etc.) asociado al consumo de tabaco: hombre blanco joven o de mediana edad con éxito profesional, atractivo y, por consiguiente, con éxito sexual también. Este modelo coincide a la perfección con el modelo social de éxito que, con algunas variantes, sigue vigente en nuestra sociedad. Las nuevas formas de construir el género desde las mujeres más jóvenes están mayoritariamente sometidas al actual “espejismo de la igualdad” por el cual las diferencias entre hombres y mujeres ya no existen -pero en realidad lo que está ocurriendo es que son invisibilizadas- las mujeres nos incorporamos de forma masiva a los comportamientos tradicionalmente masculinos y los hacemos nuestros. ¿Por qué? Porque son los modelos de éxito. Aunque nos dañen la salud nos hacen sentir aparentemente empoderadas. Hemos comprado esa imagen del éxito masculino porque -se supone- que también es nuestro éxito. ¿Por qué es un “espejismo”? porque las conductas tradicionalmente asociadas a lo femenino en el ámbito de drogas, aquellas que tenían que ver con la prudencia en el consumo o en no abusar de drogas que pueden generar más problemas  no han sido prestigiadas de igual modo que los comportamientos masculinos de valentía, riesgo, aventura, etc… Aunque fueran de mayor riesgo.

Por ese motivo, aunque ahora las mujeres jóvenes fumen lo mismo que han estado haciendo los hombres durante décadas (y siguen haciendo), entendiendo el inicio en el consumo de tabaco como un ritual de paso a la edad adulta, son penalizadas por ser “aquello diferente” una vez más. Paradójicamente las chicas sólo quieren ser iguales…

Tenemos pues un reto en la prevención: prestigiar la prudencia y la sensatez. Desgraciadamente no son valores de moda ni a la alza en una mirada androcéntrica del mundo. ¿Les podemos pedir a las chicas que no se suban al carro del prestigio social? ¿Les exigimos más que a ellos? Quizás con otra mirada podemos encontrar otros rituales de paso a la adultez más sanos pero requerirá incorporar las gafas de género que permitan prestigiar valores diferentes.

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