Hemos colaborado con el proyecto Memes Feministas con el cual hemos elaborado estos memes sobre género y drogas 🙂
A través de ellos explicamos algunas cuestiones:
1. Desigualdad en las percepciones sobre el consumo en función del género
Es habitual que el consumo de drogas sea percibido de manera diferencial (y desigual) en función del género. Mientras que para los hombres la asunción de riegos o las conductas transgresoras son compatibles con su rol de género y su consumo suele ser concebido como un «exceso de masculinidad», algo que «se les ha ido de las manos», a las mujeres cuando consumen se las penaliza socialmente por el hecho de serlo, al haber transgredido la norma de género que las insta a ser prudentes, no asumir riesgos, no consumir o consumir poco. Es común asociar el consumo de sustancias que realizan las mujeres, especialmente el consumo problemático, a un «mal comportamiento» como mujeres en nuestra sociedad patriarcal: «mala madre», «viciosa», «fracasada» o «puta» son apelativos que circulan en el imaginario colectivo en relación a las mujeres con problemas de adicción. Estos apelativos no suelen dirigirse a los hombres; si bien sufren estigmatización social cuando presentan un consumo problemático de sustancias, no se les penaliza por el hecho de ser hombres. Es decir, las mujeres, al consumir, no sólo transgreden normas sociales (o legales, en el caso de drogas ilegalizadas) sino también las normas de género. Ante esto, es imprescindible aplicar una perspectiva feminista que dé cuenta de la complejidad de la intersección entre drogas (y adicciones sin sustancia) y género y se propongan acciones en esta línea.
2. Estigma Vs castigo en los consumos problemáticos de drogas
Como decíamos en el punto 1, los hombres con problemas de adicción sufren estigma social y las mujeres, además, son castigadas y penalizadas. Esto se traduce, por ejemplo, en mayor rechazo y abandono de las mujeres con consumo problemático por parte de su entorno, lo cual conlleva -entre otras cosas- que recurran más tarde, más deterioradas y más solas a servicios de tratamiento. También cuentan con menos acompañamiento terapéutico, por lo que el pronóstico y la recuperación son peores y más costosos. Es decir, enfrentan mayores obstáculos para el acceso y el mantenimiento en los recursos así como para su recuperación, y esto, indudablemente, es una cuestión de género. Asimismo, sus consumos son en gran medida invisibilizados (generalmente consumen de manera menos disruptiva o hacen uso de drogas más compatibles con su rol de género hegemónico, como son los hipnosedantes y otras drogas legalizadas) y las y los profesionales disponemos de menos herramientas para identificar las problemáticas derivadas. Esta carencia responde a una visión androcéntrica del consumo, visión que también imprime las lógicas de los recursos y servicios de prevención, atención y tratamiento, los cuales en muchos casos no están adaptados a su realidad. Por ejemplo, como afirma Patricia Martínez Redondo, en muchas comunidades terapéuticas hay normas de incomunicación temporal que no tienen en cuenta los mandatos sociales relacionados con el cuidado y la comunicación de las mujeres (y su consecuente penalización social si inclumplen estos mandatos). Por ello, desde la perspectiva de género, los recursos tienen que problematizar y modificar estas lógicas y normas androcéntricas que perpetúan la penalización de las mujeres.
Puedes consultar el documento «Cuestiones básicas a incorporar en el ámbito de la atención del uso y abuso de drogas desde perspectiva de género»
3. Falta de perspectiva de género en la prevención de riesgos
En ocasiones, cuando analizamos los riesgos de los contextos festivos y de consumo de drogas, se olvida uno de los riesgos más importantes para las mujeres: sufrir violencia sexual por parte de hombres. Cuando nombramos los riegos, hablamos de sanciones administrativas, de peleas entre chicos, de problemas de salud derivados del consumo… pero hasta hace poco la violencia sexual y las desigualdades de género eran problemáticas silenciadas, normalizadas o dejadas en un segundo plano. Resulta fundamental aplicar una mirada feminista a la «noche» y los entornos festivos para afinar los mensajes y estrategias preventivas de manera que sean inclusivas, no refuercen el machismo y contribuyan a la transformación social en clave de género.
4. Consumo como atenuante para los agresores y agravante para las agredidas
En caso de agresión sexual en contextos festivos y de consumo de sustancias:
Una vez más, la vara de medir a la hora de entender y juzgar el consumo, en este caso cuando hay una situación de violencia sexual, es diferente según el género. Mientras que a los agresores se les suele justificar con mensajes del tipo «estas cosas pasan cuando estás borracho», «estaba drogado y no sabía lo que hacía»… a las chicas se las culpabiliza al sufrir violencia: «eso te pasa por ir tan borracha» o «tú te lo has buscado» son afirmaciones tristemente habituales, que están atravesadas por concepciones patriarcales en torno al consumo, el género, la violencia y la sexualidad. Esto es, para ellos, el consumo funciona como un atenuante cuando agreden y para ellas, en cambio, como un agravante. Es importante recalcar que el consumo nunca es la causa de una agresión sino que funciona como un potenciador o disparador de dinámicas pre-existentes relacionadas con las desigualdades de género y el machismo.
Desmonta éste y otros mitos con nuestro vídeo «El sexismo también sale de fiesta«.
5. Sobredimensión de la sumisión química: ¿buenas y malas mujeres?
Como hemos comentado en los diferentes Informes del Observatorio Noctámbul@s sobre violencias sexuales en contextos de ocio nocturno y consumo de drogas, hay una sobredimensión mediática de la violencia sexual ejercida mediante sumisión química. Aunque esta forma de violencia es tremendamente grave y absolutamente intolerable y denunciable, la mayoría de casos de agresiones sexuales no se dan a través de este modus operandi: muchas de estas violencias las ejercen personas conocidas y ocurren en contextos de consumo voluntario por ambas partes. Una de las razones que explica esta sobredimensión mediática tiene que ver con la consideración diferencial de la gravedad de estas violencias. Se tiende a considerar que la violencia más grave es la que se ejerce contra las mujeres que no han podido defenderse de ninguna manera al haber sido intoxicadas contra su voluntad. Sin restarle un ápice de gravedad a estas violencias, hay que tener claro que, como se explica en el 4º Informe Noctámbul@s, “el foco sobre la sumisión química nos revela que de algún modo en el imaginario social las mujeres que son intoxicadas son más víctimas que las demás porque no han podido negarse o defenderse y por eso merecen nuestra indignación y alarma. Estas ideas inciden una vez más en diferenciar entre buenas y malas mujeres y apuntalan la responsabilización de las mujeres en buena parte de las agresiones sexuales”.
Para más información sobre esta cuestión, consulta el artículo «Más allá de la burundanga: una mirada feminista»
6. En las campañas de prevención de violencias es necesario desplazar el foco hacia los agresores y la sociedad machista
Hasta hace pocos años (afortunadamente esto está cambiando), muchas campañas institucionales ponían el foco en lo que las mujeres tenían que hacer o no hacer para evitar sufrir las violencias de género y sexuales. Pero es necesario desplazar el foco y centrar los mensajes preventivos en los agresores o potenciales agresores así como el conjunto social responsable de rechazar, denunciar y erradicar estas violencias.
Te puedes descargar las postales de nuestra campaña #EsViolenciaSexual, con la que hemos hecho un esfuerzo por aplicar esta reflexión.
Por todo ello concluimos que el abordaje de las drogas será feminista o no será.
*Para más información sobre género y drogas mira el vídeo «Abordemos las drogas con gafas violeta» y consulta nuestra biblioteca virtual.
**Autora de los memes y textos: Ana Burgos García