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Comunicación ética sobre la violencia de género y el consumo de sustancias: conclusiones del seminario web de Dianova ‘Decirlo bien’

Comunicación ética sobre la violencia de género y el consumo de sustancias: conclusiones del seminario web de Dianova ‘Decirlo bien’
El 11 de noviembre, Dianova organizó el seminario web internacional «Decirlo bien: comunicar de forma ética y responsable sobre la violencia de género y el consumo de sustancias».

El evento reunió a profesionales del periodismo, la comunicación y el sector no gubernamental para debatir cómo las narrativas influyen en la comprensión pública de dos cuestiones complejas (y su intersección) y a menudo malinterpretadas: la violencia de género y el consumo de sustancias. Mira aquí el vídeo completo del seminario: 

Moderada por Gisela Hansen, directora de Relaciones Internacionales de Dianova, la sesión exploró cómo el lenguaje y el encuadre de estos temas pueden reforzar estereotipos dañinos o fomentar la empatía, la justicia social y el cambio. Hansen destacó que las palabras moldean la realidad y que comunicarse con cuidado, precisión y respeto es un deber moral para cualquier persona responsable de informar o influir en el público.

El debate pidió que se abandonaran las explicaciones simplistas y moralizantes que atribuyen la violencia a las drogas o al alcohol. Este tipo de narrativas ocultan las raíces estructurales y de género de la violencia, refuerzan el estigma e impiden que la sociedad comprenda las dinámicas sociales y políticas reales que están en juego.

A través de un rico intercambio de perspectivas, el seminario web destacó el papel de la comunicación ética como herramienta transformadora, capaz de desmantelar los prejuicios, amplificar las voces de las sobrevivientes e inspirar nuevos marcos de acción.

Presentación del panel

El panel contó con cinco ponentes con experiencia complementaria en antropología, psicología, periodismo, estudios de género y derechos humanos:

Ana Burgos García es antropóloga y periodista especializada en género, violencia sexual y consumo de sustancias. Actualmente trabaja en la Fundación Salud y Comunidad (FSC), donde coordina el Proyecto Malva, centrado en integrar la perspectiva de género en el ámbito de las políticas sobre drogas, y el Observatorio Noctámbul@s, dedicado a prevenir la violencia sexual en el ámbito del ocio y la vida nocturna.

Camila Albuja es periodista especializada en cuestiones de género, medio ambiente y derechos humanos. Ha colaborado con organizaciones internacionales como el Pulitzer Center, FES Ildis, Climate Tracker y la Fundación Rosa Luxemburg. Coordina campañas digitales y es fundadora de Waki Ambiental. Su trabajo ha sido reconocido con el Premio Semillera y el Premio With Festival.

María José Scaniello es psicóloga, consultora e investigadora especializada en derechos, género y diversidad. Es fundadora y directora de MSN Consultorías y, durante más de quince años, ha apoyado a organizaciones y agencias internacionales en el desarrollo de procesos de formación e inclusión.

Ashleigh Hyland aporta su experiencia en educación, defensa y políticas sobre salud y estigma relacionados con el consumo de sustancias. En representación de CAPSA (Asociación Comunitaria de Apoyo entre Iguales para las Adicciones), trabaja para desafiar las narrativas polarizantes y promover la compasión y la comprensión basada en la evidencia del consumo de sustancias y la salud.

Juan Fernández Ochoa dirige las campañas y las comunicaciones del Consorcio Internacional de Políticas de Drogas (IDPC), donde dirige la campaña mundial Apoya. No castigues y aboga por políticas de drogas basadas en la dignidad, la salud pública y los derechos humanos.

En conjunto, proporcionaron un análisis multidimensional de cómo comunicar de forma responsable en la intersección entre la violencia de género y el consumo de sustancias, dos cuestiones que siguen estando muy estigmatizadas y que a menudo se tergiversan en los medios de comunicación.

Principales contribuciones y perspectivas

María José Scaniello: Ética colectiva y responsabilidad en la comunicación

Scaniello subrayó que, si bien la comunicación ética es una tarea compleja, no tiene por qué ser complicada. Recordando un anuncio viral en el que los empleados imitaban «deshacerse» de las mujeres que «hablaban demasiado», explicó cómo este tipo de campañas trivializan la violencia y perpetúan los estereotipos. Para ella, este caso reveló la urgencia de crear espacios colectivos para la reflexión sobre la comunicación ética.

Aspecto clave: Necesitamos herramientas de comunicación que nos permitan apoyar a las personas sin hacerlas sentir culpables, al tiempo que nos comprometemos a acabar con los estereotipos de género

Juan Fernández Ochoa: Humanizar las narrativas y recuperar la agencia

Fernández Ochoa reafirmó que la comunicación ética comienza con la honestidad y la empatía. «No estamos comunicando sobre cosas, estamos comunicando sobre personas», subrayó. Las personas afectadas por el consumo de sustancias o la violencia deben ser representadas como individuos con derechos, agencia y complejidad, no como víctimas o delincuentes.

Basándose en su experiencia en el IDPC, destacó la importancia del lenguaje centrado en la persona. Por ejemplo, referirse a «personas que consumen drogas» en lugar de «adictos». Los términos deshumanizantes, argumentó, refuerzan el estigma y justifican el castigo, la exclusión o la denegación de atención.

También cuestionó la creencia generalizada de que las drogas causan violencia, explicando que este mito no solo carece de base científica, sino que también distrae la atención de los fallos sistémicos y las dinámicas de poder que sustentan la violencia. Además, las mujeres que consumen sustancias a menudo se enfrentan a una doble discriminación, ya que se les niega el acceso a refugios o servicios y se les culpa de sus circunstancias.

Hyland reflexionó sobre casi una década de experiencia abordando el estigma en el consumo de sustancias. Observó que la comunicación ética sobre estas cuestiones sigue siendo extremadamente rara y que el estigma en sí mismo es la causa fundamental de las narrativas poco éticas.

Para CAPSA, el estigma se define como la difusión de creencias falsas, ya sean negativas o no, que distorsionan la comprensión del público. Según señaló, los medios de comunicación suelen presentar el consumo de sustancias únicamente como una cuestión de adicción o patología, ignorando que la relación de la mayoría de las personas con las sustancias se sitúa en un continuo que va desde un riesgo bajo-alto, deterioro de la salud, hasta trastorno por consumo de sustancias.

El modelo de salud en el consumo de sustancias de CAPSA promueve un enfoque holístico, centrado en la salud y libre de estigmas, que reconoce la autonomía y la humanidad de las personas. Hyland argumentó que los medios de comunicación y otras partes interesadas deberían dejar de asociar el consumo de sustancias con la violencia y, en su lugar, enmarcarlo en el ámbito de la salud pública y los derechos humanos, y no en el del juicio moral.

Burgos García definió la comunicación ética como un acto consciente y feminista de transformación. Lejos de ser neutral, la comunicación está cargada de significados culturales que dan forma a las prácticas sociales y pueden reproducir o desafiar la desigualdad.

Hizo un llamamiento a los comunicadores para que eviten reforzar los mitos que vinculan el consumo de sustancias con la violencia o que culpan a las víctimas mientras excusan a los agresores. Las narrativas éticas, dijo, deben basarse en perspectivas feministas, informadas por el género y biopsicosociales, alejándose de los marcos medicalizados o esencialistas.

También hizo hincapié en que la comunicación ética requiere examinar el género como un sistema de poder que, cuando se combina con otros factores como la pobreza o la raza, aumenta la vulnerabilidad a la violencia.

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